“No está descartado”: Premier Álvarez deja abierta la puerta al toque de queda en Lima y Callao

El Gobierno insiste en que el control del crimen no admite descanso, pero el eco de la palabra toque de queda ya resuena en la capital. Ernesto Álvarez admite que la medida sigue sobre la mesa —aunque afecte al turismo, al entretenimiento y a miles de trabajadores nocturnos—. La pregunta es: ¿hasta dónde está dispuesto a llegar el Ejecutivo para recuperar las calles?

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El miedo vuelve a ser parte de la rutina limeña. Las sirenas no paran, los patrulleros se multiplican y, aun así, la sensación de inseguridad no cede. En medio de este panorama, el premier Ernesto Álvarez no descartó imponer un toque de queda en Lima y Callao, una medida que el propio Gobierno califica como “último recurso”, pero que ya suena como una posibilidad real.

Durante su conferencia, el jefe del Gabinete reconoció que la decisión aún está en evaluación. “No está totalmente descartado”, dijo con tono medido, mientras aclaraba que cualquier restricción a la libertad “debe ser proporcional y racional”. Detrás de esa frase diplomática se esconde un dilema: contener el caos o paralizar la ciudad.

El Ejecutivo ya decretó un estado de emergencia por 30 días, con intervención conjunta de la Policía y las Fuerzas Armadas. Pero la medida, lejos de tranquilizar, ha encendido nuevas alarmas. ¿Servirá militarizar las calles o será solo otro gesto desesperado de control?

Álvarez admitió que un toque de queda golpearía directamente la economía nocturna: bares, restaurantes, taxis, conciertos, turismo. “Somos conscientes del impacto que tendría, por eso lo estamos evaluando técnicamente”, aseguró. Sin embargo, también señaló que la delincuencia “ya no actúa solo de noche, sino a plena luz del día”, una declaración que debilita el argumento clásico para encerrar a la ciudad al caer el sol.

Mientras tanto, la gente sigue viviendo con el miedo en el bolsillo. En los barrios del Callao y Lima Norte, los vecinos dicen que las balaceras se escuchan más que los noticieros. Y aunque el Gobierno promete resultados “inmediatos”, la calle tiene su propio veredicto: la emergencia se siente, pero la seguridad aún no.

¿Será el toque de queda el próximo paso o una admisión de derrota? El tiempo —y el silencio de las noches limeñas— lo dirán.

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