Me ha sorprendido (y mucho) ver la cantidad de contactos (muchos de ellos personas que considero inteligentes y ciertamente «cultivados») comentar en redes que anoche se acostaron con la esperanza de que, al despertar, un nuevo amanecer se ciñera sobre el país del norte. Leo a otros que despertaron sólo para confirmar que los que votan por Trump son poco menos que unas pobres bestias, analfabetos funcionales, pobres resentidos, esclavos de sus complejos, etc. Por el otro lado, los que votan por «Baiden», son no solo progresistas sino gente iluminada, brillante, sumamente inteligente y preocupada hasta el desmayo por los Estados Unidos y el destino que se juegan hoy.
Trump gana en un Estado y leo ¡Bestias, todos son unas bestias! «Baiden» gana en otro Estado y leo ¡Vamos que sí se puede! Y yo me pregunto ¿Sí se puede qué? ¿Sí pueden qué, ellos, mis contactos tan brillantes que, además, no votan en Estados Unidos porque simplemente no son norteamericanos? Entonces entro en sus muros y veo dónde viven: Barranco, Miraflores, Jesús María, Los Olivos, San Miguel, Pueblo Libre, Magdalena, etc. etc. etc. Luego entro al «Tight battle in key states» para ver cómo va la cosa y no reconozco, en ninguno de los Estados que ahí aparecen, el nombre de los distritos desde donde mis contactos, con furia loca y desde hace ya varios días, se mentan la madre defendiendo a «Baiden» o a Trump, tan ardorosamente, que he tenido que revisar mi DNI celeste y luego el blanco electrónico para confirmar mi país de origen.
En su programa «Miradas globales sobre las elecciones presidenciales en los Estados Unidos», la encuestadora IPSOS realizó una encuesta virtual donde el 48 % de los peruanos conectados dijo que votaría por «Baiden», y el 15 % lo haría por Trump (¿sabrán los encuestados -siquiera-, cómo miércoles es que funciona el sistema electoral en los Estados Unidos? ¿Sabrán SIQUIERA votar en el Perú?). No sé si serán los algoritmos, el tema del día, la pelea de moda, la pose necesaria para la foto (¿cuál?), lo que hace que se desaten pasiones políticas en las que no solo no tienen la más mínima y universalmente imposible injerencia desde sus teclados, sino que protagonizan unos intercambios alucinantes y vergonzosos, donde además campean teorías de la conspiración, aseveraciones de que Trump ya habría planificado un fraude global y aseguran, además, haber leído en Internet un informe del FBI donde dice que todo lo que ellos dicen, es cierto.
En fin, que de pronto nos hemos olvidado de la difteria, la mujer violada por 5 hombres en Surco, el cierre de las playas en el verano, los nuevos horarios de atención en los centros comerciales, el segundo pedido de vacancia de Vizcarra, la feminista que se suicidó por el bullyng de sus propias compañeras, los escándalos de corrupción de este gobierno en plena pandemia, los bonos que llegan a todos menos a uno, el festín de Reactiva, las pruebas rápidas que no sirven, el millón de tablets que jamás llegaron a los escolares, ¡hasta de Lapadula! Y me pregunto, cuando veo a esos hombres y mujeres que van a sus trabajos malpagados cada mañana -en los buses destartalados, mirando al vacío en medio de un verano que aún arrastra al invierno-, si estarán pensando en «Baiden» o Trump, y me pregunto también si en este preciso momento no estarán Trump y «Baiden» pensando en el Perú y su Macchu Picchu con luces huachafas recién reinaugurado, o en el ceviche de lenguado o el chaufa de mariscos o el pisco sour o ya que estamos, en el jamón del norte del Juanito; y en si el destino que les espera a mis contactos no dependerá de un suceso tan ajeno como lejano, y que, aún siendo un hecho importante, no deja de ser como un vidrio (gigante y blindado) desde el cual se puede ver, pero jamás atravesar.