Jerí y su ministro de papel: cuando la cultura se convierte en botín político
El Ministerio de Cultura parece condenado a repetir su historia de improvisación y clientelismo. Esta vez, con José Jerí a la cabeza y un ministro que llegó sin la menor experiencia en el sector. Alfredo Luna, ingeniero civil y militante de Avanza País, fue presentado como la “nueva cara” del Mincul, aunque su gestión empezó entre selfies, recorridos turísticos y una ola de contratos a dedo.
Durante la reciente visita de Jerí al ministerio, el espectáculo fue casi surrealista: saludos protocolares, fotos sonrientes y ninguna propuesta concreta. No hubo reuniones técnicas ni anuncios de políticas culturales; solo una puesta en escena para la prensa. Mientras tanto, dentro del Mincul, los funcionarios hablan de una “repartija express”: órdenes de servicio, asesores improvisados y contratos direccionados para quienes acompañaron a Luna desde su entorno político.
El nuevo ministro no ha traído cambios, sino continuismo. Mantiene en el cargo a Moira Novoa, la viceministra cuestionada por autorizar el recorte del perímetro de protección de las Líneas de Nasca y Palpa. Su permanencia demuestra que el Ministerio sigue siendo un espacio para proteger intereses, no para defender el patrimonio.
A más de una década de la creación del MUNA, la mayor inversión cultural del país, el museo sigue cerrado. Los sitios arqueológicos continúan abandonados, el presupuesto cultural se diluye en consultorías inútiles y la política de memoria se reduce a campañas simbólicas.
José Jerí, que prometió romper con la herencia de Boluarte, repite su guion: colocar a los suyos, ignorar los temas de fondo y confundir gestión cultural con marketing político. La cultura, en su gobierno, no es prioridad, sino escenografía. Y en un país que ve cómo su patrimonio se desmorona, tener un presidente y un ministro sin noción del valor cultural es más que una torpeza: es una tragedia anunciada.
