Desde hace años, Machu Picchu sufre descontrol creciente: venta irregular de boletos, sobreaforo, alzas arbitrarias en servicios turísticos, protestas y bloqueos en rutas ferroviarias que impiden a los visitantes acceder a la ciudadela. La Municipalidad del Cusco admite la gravedad de la crisis y señala que la experiencia del turista se ha convertido en una fuente de denuncias internacionales que dañan la imagen del país.
El congresista Edwar Málaga Trillo impulsa una moción de censura contra el ministro de Cultura, Fabricio Valencia, alegando que tras su interpelación no ofreció soluciones efectivas y que el desorden persiste como prueba de inacción gubernamental. Se acusa al Mincul de tolerar la reventa de entradas, fallas en el transporte y servicios turísticos que han desbordado los estándares aceptables.
Por su parte, el gobernador de Cusco, Werner Salcedo, pide abandonar las diferencias políticas y responsabiliza al Ejecutivo por la falta de descentralización real que impide una gestión más eficiente. Salcedo ha criticado también la acción de grupos privados que lucran del turismo sin asumir compromisos de conservación.
La advertencia de New7Wonders, de que Machu Picchu podría perder pronto su estatus de Maravilla del Mundo, prende una alerta roja: no solo se pone en riesgo un símbolo patrimonial, sino también miles de millones por turismo que dependen de una imagen sólida y confiable.
Y ahora queda lo más importante: ¿está el Gobierno realmente preparado para responder a esta moción de censura? Porque cancelar culpas ya no basta; lo que se exige es un cambio de rumbo, liderazgo efectivo y resultados tangibles… antes de que la Maravilla deje de ser vista como tal.
